Juan Taveras Hernández, El Autor.
Querido
compañero Juan Valdez:
PROVIDENCE, RHODE ISLAND,
ESTADOS UNIDOS.
No soy medallita de oro para
gustarle a todo el mundo. Tampoco pretendo, ni quiero serlo.
No me gusta el consenso porque es
propio de pusilánimes en tiempos dictatoriales.
La contradicción y la pluralidad,
son elementos propios de la libertad de expresión y difusión del pensamiento,
con lo cual he estado de acuerdo siempre.
“No estoy de acuerdo con usted,
pero defiendo hasta la muerte el derecho que tiene de expresarse”, dijo
alguien.
Y otro dijo: “Sólo los estúpidos
no se equivocan”. ¡Siempre están equivocados!
Por otro lado, querido compañero,
la verdad es un espejo roto. Cada quién tiene un pedazo, solo los hechos dicen
quién tiene la razón.
No suelo leer los comentarios, a
favor o en contra, que generan mis
artículos en el vespertino El Nacional, como en otros medios digitales donde se
reproducen, algo que agradezco infinitamente.
Yo solo digo lo que pienso. No
busco complacencia ni aplausos. Adhesión, ni rechazo. Soy libre. Solo eso,
querido compañero.
La autenticidad es un valor que se
ha perdido en nuestro medio. La gente quiere vivir de poses, engañándose a sí
mismo y engañando a los demás. No es mi
estilo.
Yo vengo de la izquierda revolucionaria
y del marxismo-leninismo. Mis virtudes y defectos ideológicos resultan de esa
práctica y de esa formación a la que no puedo renunciar aunque quiera. Estoy
muy viejo para cambiar. Soy un izquierdista que milita en un partido
derechista. ¡Qué vaina y que contradicción!
No escribo ni hablo por encargo.
No soy un mercenario de la comunicación. Mucho menos un sicario de los que
abundan hoy día en la prensa. Nadie me paga por decir lo que digo. Tampoco
nadie me ordena decir lo que digo. Soy el único responsable de lo que digo o
escribo. Nadie más.
No siempre tengo la razón. Me
equivoco constantemente. Y qué bueno que sea así porque es la mejor manera de
entender que no soy infalible, que soy humano. A mí tampoco nada “humano me es
ajeno”.
La discusión que han originado
algunos de mis artículos entre compañeros y compañeras del Partido
Revolucionario Dominicano residentes en Estados Unidos me satisface enormemente
porque refleja un nivel de madurez que ya quisieran los compañeros de Santo
Domingo y el resto del país tener.
El PRD tiene que convertirse en un
verdadero partido político donde se respeten sus estatutos y sus
organismos. Desde hace muchos años el
PRD dejó de ser un partido para convertirse en una federación de grupos que solía
unirse en los procesos electorales. Miguel Vargas se encargo de que eso no
ocurriera durante la campaña electoral pasada. Al contrario, traicionó al PRD
para que no llegara al poder.
El PRD de hoy no tiene espíritu de
cuerpo. Ni vocación de poder, ni ideología que lo guíe. Tampoco tiene una
estructura organizativa poderosa que le permita accionar en estos momentos de
crisis en que la democracia y el país están en peligro.
Es tarea de los compañeros y
compañeras de Estados Unidos, Europa y el país,
reconstruir al PRD sobre bases políticas e ideológicas que lo diferencie
de los demás partidos; dotándolo de una estructura orgánica alrededor de los colegios electorales,
fortalecer los frentes de masas y demás instituciones internas. Es obligatorio,
además, disciplinarlo haciendo cumplir estrictamente los estatutos. Solo así el
PRD podrá ponerse en condiciones de alcanzar el poder más temprano que tarde,
por la vía electoral o por cualquier otra. Pero eso no es posible con Miguel
Vargas.